Con lágrimas en los ojos y una emoción que hace doler al corazón hemos despedido a una gran mujer. Mercedes Sosa, la voz de la libertad, fue siempre una gran luchadora. Su canción comprometida ha transmitido esperanzas a muchas generaciones y ha representado una luz al final del túnel de la oscura y sangrienta dictadura, esa dictadura que también a ella quiso callar.
“La Negra” fue víctima de la misma mano asesina que arrancó de raíz 30.000 flores de una primavera que asomaba. Quisieron apagar su voz utilizando las más perversas herramientas del terrorismo de Estado: la prohibición, el encarcelamiento, una bomba en un teatro, el exilio, la censura. No olvidemos, que dentro de estos nefastos recursos se encuentra incluida la ley de radio difusión que decretó Videla. Esta es la ley que en estos momentos nos disponemos abolir, esa ley que sirve únicamente a los intereses de los grandes monopolios de medios de comunicación y que usan sin medida para engañar y desinformar. Es esa ley que hace unos años censuro la canción de “La Negra”.
Despedir a Mercedes implica hacer también un ejercicio y un tributo a la memoria. Me vienen miles de imágenes y sensaciones a la mente pero ocupa un lugar muy especial su vuelta al país y su histórico y emocionante recital en Ferro. Allí cantábamos al unísono todos aquellos que estábamos en la lucha: “Sólo le pido a Dios”, “Cuando tenga la tierra”, “Soy pan”, “fuego en Animaná”, y lo que para mí es un himno que deberíamos embanderar, “Canción con todos”.
La partida de “La Negra” emociona tanto (a algunos nos lleva a las lágrimas) como lo hace su voz en un escenario, con su puño en alto y el poncho rojo al viento. Son todas esas sensaciones que tenemos los que todavía compartimos los mismos sueños, es ese nudo en la garganta, mezcla de rabia y alegría. Es la bronca teñida de esperanza en esta lucha por un mundo mejor, es la canción de Latinoamérica unida: esperanza hecha canción y “La Negra” que nos invita a cantar con ella.
La partida de este mundo de personas como Mercedes Sosa merece que volquemos una mirada hacia nuestro interior para encontrar las fuerzas para, como ella, hacer de cada día y cada hecho de nuestras vidas un grito de libertad. “La Negra” será inmortal y vivirá en cada uno de nosotros cada vez que la recordemos y luchemos por esos ideales que ella tanto defendía. Mercedes no ha muerto si todos ponemos lo mejor de nosotros para luchar por un mundo sin excluidos, sin hambre y sin injusticias. No dejemos que acallen nuestra voz y gritemos fuerte junto a “La Negra” que vamos a honrar la vida.
Gracias Negrita
Damián Rilo
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